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Sucesos regulares 3

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SintelMatsuura's avatar
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Sucesos regulares 3: Tomemos un café.

Desde la llegada de las chicas, muchas cosas cambiaron en la casa. Entre ellas el horario de los baños, ya que ellos tenían la “idea” de que las mujeres se tardaban años en el baño, haciendo que todos (incluidos Rigby y Mordecai) se levantaran una hora antes para asearse, lo cual irritaba a Anabelle e incomodaba a Victorique.

—¿¡Por qué hacen esto!? ¡El hecho de ser mujer no significa que me tarde años en el lavabo! — Le gritó una alterada Anabelle a Benson, quien la miraba serio y un poco rojo.

—Porque no queremos que se repita el incidente de Victorique y Rigby… —respondió, con un extraño tono de voz apacible.
Victorique, quien tomaba algo de jugo en la cocina, cerca del living donde ellos discutían, enrojeció. Anabelle, cuya presencia no se le había escapado, la miró de reojo, acusante.

—¿Qué… tipo de incidente?

—Pues… —Victorique intentó salir lo más rápido y silenciosa posible, pero Benson la alcanzó a ver—. Que te lo diga la misma Victorique…

Ella se puso tensa, temblando de pies a cabeza, más por la cercanía de su jefe que por la mirada gélida y acusadora de su mejor amiga.

—Yo… —temblaba de pies a cabeza, totalmente roja y sudorosa por los nervios.

—Habla Victorique… ahora… —su amiga le seguía mirando gélidamente, tanto que le calaba los huesos.

—¡Ya! ¡Ya! ¡De acuerdo! ¡Hablaré! —Agitaba los brazos, desesperada—.

-FlashBack-

La ducha ya no sonaba, pero se alcanzaba a oír un ligero goteo de la regadera, producto del baño que había tomado la castaña, que se encontraba envuelta en una toalla grande para su cuerpo y otra más pequeña para su cabello. Estaba tomando su ropa interior, cuando de repente, notó que la puerta del baño se abría bruscamente.

—¡Oye Mordecai! Encontré la loción que estabas buscan… do. — Rigby se ruborizó totalmente, viendo a Victorique en toalla, aparentemente sin notar lo que tenía en las manos. La chica también se ruborizó completamente, atinando a esconder su ropa interior y tomando lo que tuviera más cerca para aventárselo, que desgraciadamente era un bote de gel, que cayó en su cara, a la vez que soltaba mil y un improperios como “¡Sal de aquí, maldito pervertido! ¡Desgraciado! ¡Se toca antes de entrar, maleducado!”.

Entre gritos y golpes, llamaron la atención de Benson, quien acudió curioso y tomó un grave color carmín en su rostro, tanto por vergüenza como por enojo, pidiendo explicaciones, dando cada uno su versión.

-Fin del FlashBack-

—Y… y… creo que es por eso que Benson puso los horarios… —terminó de relatar la chica, mientras Anabelle forcejeaba con Benson, quien no la dejaba salir, porque sabía que iría a golpear a Rigby. Benson hizo una señal que hizo entender a Victorique que se retirara, quien se fue corriendo. Después, soltó a Anabelle.

—¡Anabelle! ¡Tranquila! — Intentaba calmarla Benson, pues la violeta seguía nerviosa y con ganas de golpear a Rigby— Ya viste que todo fue un mal entendido además… se ve que ya estás mejor.

Anabelle volteó a verle, nerviosa y un poco colorada.

—¿Ah? ¿En serio se nota? Porque Victorique no deja de decir que aún me falta… —suspiró pesadamente, mientras se acomodaba el cabello tras la oreja, siendo observada atentamente por Benson— Ya me urge ir a buscar empleo…

—Si es el empleo lo que te preocupa, me enteré que hay un lugar cercano que solicitan empleados, además de que sirve de que serás mis ojos en ese lugar…

Anabelle le prestó atención y él comenzó a hablar pausadamente, mientras ella le miraba curiosa, interrogante e interesada. Ella comenzó a sonreír, el plan le gustaba.

/-/-/-/-/-/

“Bien… al menos ahora estoy sola…” Pensó la castaña mientras barría las hojas de una sección apartada del parque, concentrada, hasta que una voz nada familiar la sacó de sus pensamientos.

—¡Hola, niña bonita! ¿Qué hace alguien como tú barriendo hojas? No creo que trabajes aquí lindura…

La chica volteó, nerviosa. Vio a un hombrecito de extraña piel verdosa, cabello café grasoso y desalineado, con una mueca en su rostro que parecía ser una sonrisa. Ella le devolvió la misma mueca y observó que al hombrecito se le iluminaban los ojos.

—Ho… hola. ¿Qui… quién eres?

Sonaba nerviosa, la presencia de aquel personaje le incomodaba, aparte de ser varón, había otra cosa en él que no le inspiraba confianza.

—Soy Mitch, preciosa. Pero todos me llaman “Musculoso” por estos amigos— alzó los brazos, haciendo “fuerza” para presumir sus “bíceps”. La chica tuvo que contener las ganas de salir corriendo, tanto por el acto como por el olorcillo nauseabundo que despedía—. ¿Y tú te llamas…?

Ella no quería decirlo, se sentía tan incómoda… el extraño ser le miraba de una forma que no le gustaba.

—Yo… —tartamudeó. Si no se equivocaba, él no se iría hasta sacarle, mínimo, el número telefónico— me llamo…

—¡Victorique! ¡Ahí estas! — Gritó Mordecai, saludándola con una mano en alto, al lado de Rigby, que se veía un poco colorado. Ella no supo si sentir alivio o pavor. El hombrecito miró al azul con algo de furia—. Te hemos estado buscando durante un buen rato chica, Benson quiere hablarte…

—Puedo llevarte con él si quieres linda. Sólo tienes que pedirlo y Musculoso lo hará. —Le hizo algo así como un guiño y la castaña creyó desfallecer del horror.

—Benson quiere que te llevemos nosotros —Habló Rigby, que pudo darse cuenta de lo incómoda que se sentía la chica.

—¡Perfecto! —Aplaudió ella— Vamos allá entonces… —sonrió incómoda, sin saber si sentirse afortunada de alejarse de la “cosa verde” o sentirse aterrada por estar con dos varones a la vez.

Caminaron un rato en silencio, dentro de una atmosfera tensa. Rigby iba colorado pensando en el incidente que había tenido con la castaña, mientras que la nombrada caminaba con la mirada fija en el suelo. Mordecai, en tanto, miraba las nubes con las manos atrás de la nuca.

—Y bien… —carraspeó el azul, llamando la atención de los castaños— ¿desde cuándo conoces a mi hermana, Victorique?

La chica frenó sus pasos y tragó saliva. Rigby se paró unos dos pasos delante de ella y Mordecai no se detuvo sino hasta más de dos metros de distancia, regresando hacia donde estaban con la misma pose despreocupada.

—Desde hace muchos años. Creo que desde que ella asistía a ese colegio británico… — se podía notar a diez metros a la redonda el nerviosismo que emanaba de esa chica. Mordecai sonrió de una forma un tanto extraña y perversa, que fue notada por Rigby.

—Y dime, Victorique… —se acercó lentamente hacia ella, quien sintió sus mejillas arder, ignorado si era por el mismo nerviosismo de tenerlo tan cerca o el miedo que una parte de él le infundía—. ¿Cómo sabes que mi hermana fue a una escuela británica, si ella tenía 16 años en ese entonces, uh? No creo que la conozcas desde ese tiempo, la única que estaba con ella era…

—¡Mordecai y Rigby! ¡Justo a tiempo! — Gritoneó un tanto feliz Benson, saludando a los jóvenes desde la lejanía—. Vaya, veo que traen a la pequeña Victorique… bien, muy bien muchachos —se acercó lo suficiente para darle unas palmadas en la espalda a sus trabajadores, con una sonrisa que le puso los pelos de punta hasta a Mordecai. Benson, aun con su sonrisa, reparó en la castaña que le miraba con cierta desconfianza y cerró los ojos al sentir la mano tosca del pelirrojo alborotando los mechones de la chica—. Bien chicos, llegó la hora de su descanso. Y como imagino que irán a la cafetería, quisiera que llevaran a Vic con ustedes, ya saben, para congeniar y para que ella conozca la ciudad ¿Qué les parece? — Los chicos quisieron replicar, pero al ver la cara de los tres, Benson agregó: — Si no lo hacen, considérense despedidos. Es todo, ¡hasta dentro de una hora muchachos!

Benson se alejó sonriendo, dejando a los tres en una pieza. Los castaños se miraron por espacio de tres minutos, hasta que un azul, irritado, los jaló hacia el garaje de la casa, donde tomaron el carrito en el cual Mordecai iba de conductor, Victorique de copiloto y Rigby en la parte de atrás. Mientras salían hacia el café, Rigby hacia de guía turístico con Victorique, señalándole los sitios que ellos solían frecuentar: Cheezeer’s, los bolos, el karaoke, el videoclub. También le señaló otros menos importantes para ellos, como las librerías, una tienda hippie y otra de discos.

La muchacha miraba curiosa los lugares, no sin cierta desconfianza por ir rodeada de varones. Mordecai se aproximó hacia un local, estacionándose al frente y bajándose, con una enorme sonrisa, seguido de Rigby y de ella, entrando al establecimiento. La cara de la chica se iluminó al ver una cafetería decente, bien iluminada y con pinta de dar un buen servicio, así que se animó a entrar, sentándose junto con los muchachos.

—Y bien… ¿qué vas a pedir Vic? Mordecai invita — Codeó alegremente Rigby a Victorique, quien ya había dejado de estar sonrojada y se veía más confiada.

—¡Cállate mapache! —Lo increpó Mordecai— Que mira que apenas traigo dinero para mí…

—No hay problema chicos… yo puedo pagar lo mío…

—¡Para nada Victorique! Tú eres la chica y no pagas hoy. Aprovecharé mi cupón. — Rigby sacó un cupón que valía por un café gratis en la compra de otro, sonriente. La castaña se tranquilizó.

—Buenas tardes chicos, ¿puedo tomar su orden? — Sonó una voz femenina, lo cual al parecer se le hizo familiar a los chicos y más a Rigby, a quien la castaña notó que la cara se le iluminó y su sonrisa se ensanchó.

—¡Hola Eileen! Lo de siempre, por favor. — Habló Mordecai, dirigiéndose a la menuda niña castaña de lentes, para después voltear hacia ella — ¿Y tú que vas a pedir?
Ambas castañas se miraron por un momento, donde cada una pudo sentir una clase de empatía por la otra. La de lentes le sonrió cálidamente a la del moño, quien correspondió la sonrisa.

—Pues… no sé que sería bueno… ¿Qué me recomienda usted, señorita Eileen?

Eileen sonrió.

—Yo le recomendaría probar el café, es nuestra especialidad. Tenemos de distintas presentaciones: Americano, Express, Irlandés, Lechero, Mokka, Capuccino…

—Sería lindo un Mokka, ya que nunca lo he probado… — interrumpió sonriendo, a  lo que la chica tomó de buena gana, anotando todo y retirándose.

Con un poco más de confianza, entabló una animada conversación con Mordecai y Rigby, quien le pidió disculpas por lo del baño.

—Descuida, lo bueno es que no pasó a mayores…

—Su orden está lista chicos… — anunció una voz cantarina, nada igual a la dulce y tímida voz de hace veinte minutos. Giró el rostro y advirtió una deslumbrante cabellera de fuego con mechas negras, unos ojos miel y un cuerpo provocativo. La pelirroja la miró, no sin algo de desdén, el cual lo notó la castaña, quien intentó ocultar su ofuscación. La pelirroja dejó los emparedados y los cafés en la mesa y la castaña pudo advertir cómo se iluminaba el rostro del azul, a la vez que un ligero sonrojo se apoderaba de sus mejillas. — Y… ¿quién es su amiga, chicos?

—Hum…ella… — Tartamudeó Mordecai, ante la mirada fastidiada de Rigby.

—Me llamo Victorique, un gusto—. Habló seriamente la castaña, estirando su mano hacia la pelirroja en señal de saludo. Rigby la volteó a ver confuso, era la primera vez que ante ellos ella se comportara de una manera ajena y que en sus ojos hubiera un pequeño brillo de… ¿Maldad?

La pelirroja le tomó de la mano, estrechándosela con una dureza que pasó desapercibida por los muchachos pero no por la castaña, quien respondió al saludo de la misma gana.

—¡Auch! — Se quejó — Me apretaste muy duro la mano.

La pelirroja se sobó la mano al momento que la castaña la soltó, con una mirada asustada y semblante tembloroso. “¿Con que quieres jugar de esta manera, eh? Perfecto…”

—Di… discúlpame… —El tono de voz de la castaña era de total desconcierto con un poco de temor, lo que hacía que Rigby se quedara extrañado, ya que Mordecai ni cuenta se daba por ver embobado a la pelirroja —. Yo… iré a pagar… — Se levantó rápido y tomó el cupón de Rigby, yendo a lo que se suponía era la caja, donde se recargó, nerviosa.

—“Esta tipa… no me da muy buena espina…”

—Buenas tardes, señorita, ¿qué le cobro? — Sonó la voz femenina detrás del mostrador.

—Oh, buenas tardes… cóbrese dos cafés negros, un Mokka y dos emparedados. Por favor haga valer este cupón. — Habló distraídamente la castaña, pensando en lo sucedido con la pelirroja.

—De acuerdo… Victorique —Contestó la cajera, quien miraba con sus profundos ojos azules a la castaña, quien volteó algo confundida.

—…Tú…

/-/-/-/-/

—Su amiga… es un poco extraña… —Soltó la pelirroja ni bien se hubo alejado lo suficiente la castaña.

—No es extraña. — Defendió Rigby—. Sólo es algo tímida.

—No lo parece… —Hubo un silencio momentáneo que fue roto por la misma pelirroja—. Y… ¿desde cuándo la conocen?

—No hace mucho. Un par de semanas a lo mucho. — Fue la respuesta despreocupada.

—Y… ¿Dónde vive ella? Digo, si se puede saber…

—Con nosotros… —la pelirroja enrojeció— es decir, en la misma casa y habitación diferente.

Un silencio incómodo se hizo presente entre los chicos.

—Y… ¿Cómo es que Benson la contrató? De lo que yo sepa no había vacantes en el parque…

—Pues verás… —comenzó a hablar Mordecai, que había salido de su trance Margaretianno— Rigby y yo…

—¿¡QUÉ DEMONIOS HACES TÚ AQUÍ!?

Todos los presentes del café reaccionaron asustados, en especial las camareras.

—¡Oh no! ¡La nueva!— Gritaron ambas meseras al unísono, causando que los chicos saltaran también y fueran tras ellas, llegando a la caja, donde provenía el grito, quedándose paralizados ante la escena: Una Victorique furibunda que apretaba fuertemente el dinero y el cupón y una Anabelle sonriendo con autosuficiencia y vestida como… ¿mesera?

—Te he preguntado… ¿Qué haces aquí? — La voz de Victorique había perdido toda su pasividad y hablaba de un modo siseante y amenazador, asustando hasta a Mordecai.

—He salido a pasear un rato y me topé que solicitaban mesera. Entré, pedí el trabajo y ¡tarán! Me han puesto a prueba por una semana. — La voz de su congénere era tranquila y hasta melódica, como queriendo contrarrestar la furia que emanaba de cada poro de la castaña. Los cuatro presentes sólo eran pequeños espectadores de esa discusión, mientras el resto de los clientes ya no les importaba en lo más mínimo.

—Ustedes… ¿se conocen?— La voz de Margaret puso fin al incómodo silencio que se había provocado, señalando a ambas.

—¡Claro! —Hablaron al unísono, en el cual se notaba que Victorique se calmaba—. ¿Por qué otra razón me sabría su nombre? —Se señalaron al mismo tiempo, causando una risilla risueña a Eileen.

—Oh… hola Mordecai — Saludó Anabelle con una sonrisa tierna, a la que el chico azul no pudo evitar sonrojarse y mirar a otro lado.

—Ho… hola Anabelle… — Fue la contestación sonrojada y apenada de Mordecai, que causó otra risilla risueña en las chicas, menos en Margaret.

—¿La conoces? — El tono en el que había hablado la pelirroja era extraño, podría decirse una mezcla de celos y veneno, al que Mordecai no respondió, quedándose mirando hacia el horizonte y sonrojado, mientras Anabelle reía suave y afablemente.

—Pues… sí… Sí, la conozco. — Su voz era dudosa, mientras la risilla de Belly seguía en el aire, acercándose para abrazar a su hermano, causando un gesto de sorpresa de ambas camareras.

—Bah, Morde, no tartamudees así — Belly restregó cariñosamente su mejilla en la cara de su hermano, causando un sonrojo iracundo en la pelirroja y sonrojos curiosos en los rostros de las castañas — ¿O acaso tienes miedo de presentarme ante Maggie?

Margaret enrojeció a niveles colosales ante la escena que se presentó a continuación: Anabelle, aún encima de su hermano, le comenzó a juguetear la mejilla dulce e inocentemente, mientras que él, avergonzado por lo que hacía su hermana, sólo alcazaba a ponerse más carmín y soltar unos pequeños… ¿gemidos?

—Vale, vale. Ya entendiendo lo que sucede aquí. — Cortó Margaret, controlando a duras penas su enrojecimiento masivo. — No tienen que ser tan expresivos para dar a demostrar lo que son…

—¿Ah sí? — La joven violeta no dejó de abrazar a su hermano, prestándole poca atención a la pelirroja que se ponía cada vez más roja.

—Sí… no tienen que armar tanto revuelo para demostrar que ustedes dos andan…

—¡Exacto! Eso trataba de… ¿¡Qué!? — Mordecai, que al principio parecía entusiasmado, se frenó así mismo bruscamente, ante la reacción tan inesperada de su amor platónico. Su hermana dejó de abrazarle, dejando caer los brazos de una forma lenta e inclusive dramática. Los tres jóvenes castaños sólo eran pequeños observadores de tal escena, en la cual Anabelle se encontraba titubeando cosas sin sentido al igual que su hermano, que aparte agitaba los brazos como si se estuviese ahogando.

La escena pudo haber perdurado más, con el trío de cabelleras exuberantes balbuceándose entre sí cosas sin sentido, hasta que el jefe, el señor Jefferson, les interrumpió:

—Margaret, Eileen ¿Por qué no están atendiendo a los clientes? ¡Hoy es un día ocupado! Anabelle, es tu primer día, así que no hagas que me arrepienta de haberte puesto a prueba. — La voz del gerente sonaba como truenos enfurecidos en una noche tormentosa, pero su rostro denotaba una tranquilidad inquietante. Las tres muchachas se disculparon, se despidieron de los otros y sólo Anabelle quedó en su lugar, la caja, junto con Victorique, Rigby y Mordecai.

—¿Has visto el revuelo que has provocado? ¡Ahora Margaret piensa que salgo contigo! Así nunca podré hacer mi jugada con ella…— La cara del peliazul era de un total desconsuelo, pero ni aun así su hermana dejó de sentirse atacada, a lo cual respondió, totalmente ofendida:

—¿Revuelo? ¿Yo? ¡Tú fuiste el que comenzó todo, así que no me culpes Mordy!

—¿¡Podrían dejar de pelearse por un segundo!? Ya es tarde, estoy cansando y seguramente cuando regresemos Benson nos dará el regaño de nuestras vidas. — Replicó molesto Rigby.

—Rig tiene razón… es decir, no creo que nos hayan dado más de media hora para tomar un café. — Secundó Victorique, más preocupada porque los hermanos se agarrasen a golpes ahí mismo que por su trabajo, ya que si ese individuo verde seguía ahí no querría volver a toparse con él.

—De acuerdo… — Se rindió Anabelle— Denme el cupón y el dinero y pueden irse. Yo les diré a las chicas que dejaron saludos.

Antes de que Mordecai pudiese protestar, Victorique ya le había entregado el cupón y los cincuenta y dos dólares con veintitrés centavos y había salido disparada de la cafetería junto con Rigby. Mordecai se hubiera quedado un rato más alegando con su hermana si no fuera porque un tipo alto, que esperaba su turno para pagar le miró de una forma amenazadora. Veintidós minutos después estaba de vuelta en el parque, donde Benson sólo les recibió con un “’¿Cómo les fue?” a lo que los muchachos (menos Vic) respondieron un simple “Normal”.

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La noche llegó tan pronto que cuando se percataron ya había oscurecido y tenían ganas de cenar. En ese lapso de 4 horas, Mordecai y Rigby escaparon unas cuantas veces de los gritos coléricos de Benson, de una podadora enloquecida y encerado dos veces el carrito, mientras que Victorique buscaba un lugar en el libro de Records Guiness por escapar a los acosos de Musculoso, los cuales no eran pocos. También había aprendido a estrellar el carrito de golf contra veinte árboles diferentes, casi atropellar a cinco paseantes y enviar al hospital al responsable de enseñarle a manejar: Thomas. Para ese entonces Anabelle ya había regresado de la cafetería y contaba emocionada su primer día y la suerte que tenía “Maggie” por ligarse a los chicos más guapos. Lo último no lo decía por envidia, ya que ella no tenía en cuenta esas cosas, sino por el simple hecho de molestar a su hermano menor, el cual era su pasatiempo favorito.

Después de haber terminado esa cena “familiar” cada uno se retiró a su respectiva habitación, dejando a las jóvenes haciendo sobremesa junto con Skips.

—Valla… eres una persona realmente interesante… — halagó suavemente Anabelle, después de una muy animada charla sobre aquellos asuntos cotidianos que parecían no tener solución y que él siempre encontraba una respuesta.

—Belly tiene razón Skips. Qué no hubiera dado yo por tener un padre como tú. Con la falta que me hizo uno… — La mirada aguamarina de la castaña, usualmente brillante, se oscureció levemente. La de ojos zafiros posó dulcemente su mano encima a la de su amiga, que no pudo evitar hacerse un pequeño ovillo en su asiento. Skips, observando todo con su siempre fría y meticulosa mirada, alcanzó a adivinar un profundo lazo que ataba a esas dos chicas, ambas con destinos diferentes, y, uno de ellos, lamentablemente cruel y trágico. Quizá, algo de compasión fue lo que le impulsó a poner suavemente su mano en el hombro de la castaña, haciendo que levantase la mirada hacia los orbes miel de él.

—Quizás no sea tu padre, quizás sólo sea un desconocido y quizás un tipo demasiado tosco pero… me dan ganas de ayudarte, Victorique. —El gesto de genuina sorpresa del rostro de Vic le hizo esbozar una ínfima sonrisa— Si gustas, puedes verme como un padre, o como un amigo. Como sea, quiero que confíes en mí. — Giró levemente hacia la ojiazul— Y tú también, Anabelle. Tengo mucha experiencia y consejo que dar a dos pequeñas jóvenes que han buscado su camino en esta vida.

Después de esto, se levantó y, con su característico andar, avanzó hasta las chicas para darles un abrazo a las dos juntas, de la cual la más sorprendida fue Victorique al no sentir esos usuales escalofríos y temblores cada vez que veía a un varón cerca de su espacio vital. Comprendió que no era androfobia, sino desconfianza generalizada.

Después de ello, los tres se retiraron a sus respectivas habitaciones, dejando al par de chicas solas en su habitación.

/-/-/-/-/-/-/

—¿Has seguido su rastro?

—Sí, lo he seguido.

—¿Y la has encontrado?

—No, no la he hallado, pero tenemos una idea de donde puede estar.

La mujer, que había hablado primero, frunció los labios de una forma inquietante, para luego dar paso a una torcida sonrisa. El hombre, que había hablado después, observó el gesto.

—Bien, bien… exquisito, Nelly, exquisito. Si quieres jugar a las escondidas con nosotros, está bien, jugaremos tu juego. —Miró fijamente el portarretrato de la mesa, donde una niña de cabello azabache y enfundada en un vestido apretado marrón de estilo oriental miraba temerosa a la cámara—. Sólo espero que no te arrepientas después, querida…

Dando la vuelta, la mujer se marchó con una risilla siniestra.
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kol98's avatar
Un fic tuyo jamás estaría completo sin un pequeño toque de desprecio a Margaret y tu cariño hacía Eileen, ya sabía que antes de leer la escena en la cafetería Victorique minímo le caería mal a Margaret a primera vista